martes, 5 de octubre de 2010

PARA SEGUIR PENSANDO. ACTITUDES DOCENTES

SABERES DOCENTES

Los saberes personales y la identidad institucional
Las personas que conforman los equipos docentes tienen sus propias ideas acerca de la
enseñanza. ¿Cómo lograr, entonces, una concepción pedagógica compartida dentro de la
escuela? Se presenta aquí, a modo de desafío un caso alrededor de la política de calificaciones
de una institución.
La formación de un equipo docente comprometido con la promoción de la lectura se ve
favorecida cuando desde la dirección escolar se desarrollan políticas de formación en el área.
En el libro Enfoques de la enseñanza. (Buenos Aires, Amorrortu 1999) Gary Festenmacher y
Jonas Soltis presentan casos para el análisis y el debate. El texto que hemos seleccionado
muestra una discusión entre tres educadores acerca de cómo debería evaluarse a los alumnos.
Esta situación trata acerca de la política de calificaciones de la escuela a la que pertenecen
estas tres personas, pero la ausencia de criterios comunes puede aparecer frente a otros temas.
De allí, la importancia de trabajar en las instituciones sobre las diferencias, respetando los
aportes individuales para llegar a una concepción pedagógica sólida y compartida. Los autores
inician la exposición del caso con una pregunta y al finalizar la presentación, ofrecen “pistas”
para seguir el debate.
¿Qué estándar deberíamos usar?
El cuerpo de profesores de Craigsdale High Sshool está alborotado. Susan Salerno, una nueva
integrante, ha planteado en las reuniones una serie de asuntos que cuestionan muchos
supuestos largamente sostenidos sobre los objetivos y las políticas de la educación. Todo gira
alrededor de las políticas de calificaciones. Susan cree que no es justo utilizar un único
estándar de evaluación para calificar a todos los alumnos de una clase con independencia de la
capacidad o del nivel con que cada uno empezó el curso.
Semejante sistema, dice Susan, es pedagógicamente insostenible. La educación busca
necesariamente el crecimiento de las personas y necesariamente debe comenzar en el nivel en
que el alumno está, sea éste el que fuere, y debe reflejar lo que la persona es capaz de lograr.
Establecer un estándar único y calificar de acuerdo a ese patrón es aplicar un criterio impuesto
externamente que no puede medir el crecimiento personal. Además, semejante forma de
medir distingue a aquellos que han alcanzado el éxito de los que fracasaron, con lo cual, crea
un sentimiento de frustración aunque un estudiante haya dado lo ejor de sí. Este sistema es
especialmente insostenible en este momento en el que la composición de las clases de
Craigsdale es cada vez más heterogénea, pero tampoco podría justificarse aunque ese no fuera
el caso.
A comienzos del curso, Susan pidió a sus alumnos que realizaran un proyecto. Después de
calificarlos por ese trabajo y de hacerles abundantes comentarios y sugerencias para mejorarlo,
al terminar el período les solicitó que volvieran a realizar el mismo proyecto. Un estudiante
que había fracasado en el primer intento y al finalizar el curso entregó un trabajo que
merecería una C, podía obtener una A como calificación final. Este procedimiento, según cree
Susan, evalúa de manera más justa el logro de cada estudiante y refleja más adecuadamente lo
que ha aprendió.
Los colegas de Susan no están muy convencidos. Uno de ellos, Tom Abelson, sostiene que la
educación tradicionalmente ha determinado niveles de excelencia a los que los alumnos deben
aspirar. Estos estándares son medidas públicas de competencia y todos los estudiantes
deberían poder alcanzarlos. Ellen Myers agrega que se espera que las escuelas califiquen según
esas medidas uniformes. Un sistema como e que aplica Susan pone en duda el valor de las
calificaciones de los estudiantes cuando compiten por una beca o pretenden ingresar a
instituciones de aprendizaje superior.
Susan replica a Tom que ella en efecto utiliza un estándar de excelencia para evaluar los logros
de sus estudiantes. Evalúa sus proyectos de acuerdo a rigurosas normas de excelencia. Sin
embargo, cuando se trata de evaluar el progreso que hicieron los alumnos a lo largo del
semestre, Susan cree que sólo ellos mismos pueden dar su propia medida de logros.
A Ellen, Susan responde que es una pena que el sistema esté organizado en gran medida como
ella lo describe. Aún así, no hay razón para continuar aplicando una política que es insostenible
desde el punto de vista pedagógico: en esencia, hacer competir a los alumnos de acuerdo con
una medida que puede no ser la adecuada para ellos. La educación debería tratar de contribuir
al crecimiento de cada persona de acuerdo con sus propias necesidades y sus propias
capacidades. Además, las calificaciones frecuentemente reflejan los sistemas de evaluación de
docentes individuales y no son comparables de una escuela a otra.
El caso no está cerrado. ¿Qué podría agregar usted al debate que continúa desarrollándose en
Craigsdale? ¿Tiene cierta razón Susan con referencia al aspecto personal de la educación? ¿Es
justo evaluar a los alumnos utilizando estándares uniformes de logros? Por otro lado,
¿podemos ignorar las medidas públicas del éxito o el fracaso educativo? ¿Debería haber
patrones según los cuales se clasificara a todos? ¿Qué piensa usted sobre todo esto?
Si lo desea, puede registrar por escrito sus reflexiones y compartirlas con sus colegas en la
sección Experiencias de la página Leer en Red.
¿Ha participado usted de una situación similar?
¿Cuál fue el tema que generó controversias? ¿Pudo resolverse la situación? ¿Cómo?

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